Para leer la tercera y última parte de la trilogía, podéis meteros en http://cuandoteencuentre.blogspot.com.es
miércoles, 29 de abril de 2015
Trailer de la novela
Aquí os dejo el trailer de mi segunda novela, espero que os guste.
Para leer la tercera y última parte de la trilogía, podéis meteros en http://cuandoteencuentre.blogspot.com.es
Para leer la tercera y última parte de la trilogía, podéis meteros en http://cuandoteencuentre.blogspot.com.es
domingo, 19 de abril de 2015
Epílogo
Me
peiné cuidadosamente todo el cabello en un moño no muy tenso, que me dejaba
toda la cara al descubierto.
Me
había puesto un vestido negro entero, casi hasta las rodillas, de manga larga y
algo ceñido. Apenas me había maquillado, no estaba de humor para ello.
Aunque
era lo normal. Al fin y al cabo, iba a un funeral.
Cuando
terminé, me puse unos zapatos negros y bajé a la planta de abajo.
Habían
decidido enterrar a Sara en el pueblo, así que no me había costado convencer a
mis padres para venir.
Abajo
me estaban esperando mis padres, con los de Jake. Íbamos a ir ambas familias
juntas. Aunque él no estaba con ellos.
-¿Y
Jake?
-Está
en el patio. Deberías ir a decirle que ya vamos a salir.- Respondió mi padre
sin ánimos.
Asentí
y me dirigí a donde me habían indicado.
Durante
esta semana, Jake había estado esquivo con todo el mundo, negándose a hablar
con nadie, lo cual, de un modo egoísta, solo había contribuido a que me sintiera
peor conmigo misma. Dudaba que hoy fuera a ser diferente.
-Jake.-
Le llamé cuando le vi, observando pensativo unos geranios de mi abuela.- Dicen
que vamos a salir enseguida. ¿Vienes?
-Sí.-
Respondió secamente. Y en efecto, no dijo nada más en todo el trayecto.
Cuando
por fin llegamos al cementerio, no había demasiada gente. Era una ceremonia más
o menos íntima, solo estábamos los que más la conocíamos. Aunque lo prefería
así.
Fui
donde estaba la familia de Sara a darles el pésame, y traté de no romper a
llorar al ver las caras largas y los llantos de su madre y su abuela.
-Miriam,
cariño.- Me dijo su tía Esther, que era muy agradable. Siempre era la que
convencía a nuestras madres cuando no nos dejaban hacer algo.- ¿Te gustaría
decir unas palabras en honor a Sara? Creo que sería adecuado, ya sabes lo mucho
que te quería.
Se
me formó un nudo en la garganta. Por un momento, no me vi capaz de decir una
sola palabra. ¿Qué podía decir, si la mayor parte de lo que creían estas
personas era mentira?
-No
lo sé, Esther. No sé si podré.
Pareció
decepcionada ante la negativa. Me mordí el labio, sintiéndome mal.
-Lo
que tú quieras, nena. Si cambias de opinión, me dices, ¿vale?
Asentí
incómoda y volví donde estaban mis padres con los padres de Jake.
El
ambiente era terriblemente tenso, y resultaba muy extraño. Todo el mundo estaba
triste, unos llorando, y otros simplemente guardando silencio. Creo que todos
agradecimos el momento en el que llegó el cura y comenzó a hablar.
Estaba
tratando de prestar atención a lo que decía, a pesar de que casi no se le
entendía, cuando alguien me tiró del brazo.
Sobresaltada,
me giré de pronto a tiempo para ver a un chico alto, de unos diecinueve años
que me miraba atento con unos profundos ojos grises.
-Sam.-
Murmuré anonadada.
-Tenemos
que hablar.- Miró a su alrededor para asegurarse de que no llamábamos la
atención, y me condujo a un lugar algo apartado, detrás de unos árboles.
-Sam,
es el funeral de Sara.
-Lo
sé, y siento mucho venir ahora. Pero he estado escondido hasta ahora, y me
acaban de dar el aviso. Un viejo amigo me ha confiado que ya han alertado a
medio mundo de los ángeles de mi situación, y que van a comenzar a buscarme
enserio. La búsqueda comienza hoy. Debo irme.
-¿Cómo,
irte?
-Antes
o después, todos los ángeles caídos acaban huyendo a la isla. Supongo que es
nuestro destino. Ese es el único lugar donde podemos estar a salvo.
-¿Quieres
decir que te irás para siempre?- El terror se apoderó de mi cuerpo
inmediatamente.
-No
tengo otra opción.- Desvié la mirada, desanimada, pero me cogió suavemente el
mentón, obligándome a mirarle de nuevo.- Miriam, tienes que prometerme que
estarás bien. O al menos, que harás todo lo posible por estarlo. Esa chica que
vais a enterrar, me salvó la vida, y sé tan bien como tú que ella querría lo
mismo.- Me recorrió un escalofrío cuando habló de Sara.- Y si pudiera, también
te pediría que hablases por ella en ese funeral. Que le digas a esa gente lo
que ella no puede.
-No
puedo hacerlo.- Repliqué, abriendo mucho los ojos.
-Claro
que puedes. Sé que puedes.- Me miraba fijamente, casi impidiéndome apartar la
mirada.- Y lamento no poder quedarme para oírte. No sé si me he enamorado de
ti, pero lo que sí sé es que solo quiero que estés bien. Y estoy seguro de que
hablando por ella ahí conseguirás sentirte mucho mejor contigo misma y con los
demás. Hazlo por Sara. Pero también hazlo por ti.
Lo
pensé. Tal vez tuviera razón. Aunque no había preparado nada.
-¿Y
qué digo?
-Di
lo que te salga en ese momento. Estoy seguro de que lo harás bien. Confío en
ti. Y ahora debo irme. Adiós, Miriam.

-Sam.-
Llamé sin soltarle.- Prométeme que tú también estarás bien.
-Lo
prometo.
Y
dicho esto, se separó un poco, me sonrió una última vez, y desapareció entre
los árboles.
Me
quedé unos segundos parada, pero enseguida volví a emprender el camino hacia
donde se estaba celebrando la ceremonia. Aún me quedaba una cosa por hacer.
Cuando
llegué, el cura estaba terminando de hablar. Parece que había llegado justo a
tiempo.
-¿Alguien
quiere decir unas palabras, en honor a nuestra querida Sara?
-Yo.-
Hablé en tono decidido, ante las miradas de asombro de algunos entre los
presentes. Al menos Esther me dirigió una mirada alentadora.
-Muy
bien.
Se
apartó, dejándome sitio para que hablase de cara a todo el mundo. Cogí aire y
fui hacia allí.
Vacilé
un segundo antes de empezar, al ver a todo el mundo mirándome expectante, a la
espera de ver qué decía.
-Sara
era de las mejores personas que he conocido.- Comencé sin mirar ningún punto
concreto.- Era comprensiva con todo el mundo, por mucho que la liasen. Además,
es una amiga de las de verdad, de las que ya no quedan. En los momentos
difíciles siempre era ella la que estaba ahí, para hacer frente junto a ti a
las dificultades. Estoy segura de que cualquiera que la conozca bien estaría de
acuerdo conmigo. El que ella no esté conmigo ahora, me hace sentir como si me
hubieran quitado un brazo, o una pierna. Es de las pocas veces que tengo que
enfrentarme a algo sin su constante ayuda. Recuerdo que solía decir que la vida
es como una montaña rusa.- Ahora miré a Jake, ya que quería que él más que
nadie lo entendiese.- A veces estás arriba, y otras abajo. Pero nada dura para
siempre. Y sin embargo, a cada vuelta que das, estas un poco más preparado para
la siguiente, porque cada experiencia nos enseña algo. Esto no es una
excepción. Si ella estuviera con nosotros, diría que siguiéramos adelante, no
como si no hubiera ocurrido nada, sino entendiéndolo, aceptándolo y
superándolo. Pero nunca olvidándola. Aunque al menos para mí eso sería
imposible. Porque igual que hay cosas que nunca se olvidan, hay personas que
siempre estarán junto a nosotros, en nuestro corazón.
viernes, 17 de abril de 2015
Capítulo XLVI
Justo
en ese momento, Sara se despertó, como por arte de magia. Por un momento, casi
maldije, pensando que al menos, si estaba inconsciente no sufriría.
-Miriam.-
Después de mirar a su alrededor, entumecida, por fin me vio, asombrada.- Lo
siento.
Ahora
sí me dieron ganas de llorar. Pero me mordí el labio con fuerza para evitarlo.
No lo haría, no podía llorar. No pensaba darle esa satisfacción a Eneas. Porque
sabía que era justo lo que quería.
-No
hay nada que sentir. Salvaste a Sam a cambio de ti.- Repuse con tono firme.- Al
menos él está bien ahora.
-Como
si le fuese a servir de algo.- El tono de Eneas no era el mismo, ya no era
medido y bien modulado, sino que estaba fuera de control completamente.-
Probablemente ya le hayan encontrado, o mejor, ya esté muerto.
Marcos
observaba la escena con una expresión de dolor. Parecía que no había caído
bien.
-No
eres mejor que él.- Intervino, para mi sorpresa.- De hecho, no eres ni la mitad
de bueno de lo que es Sam.
Me
quedé perpleja cuando le oí defenderle. No me habría esperado algo así. Por un
momento creí que se molestaría con él, pero al decirlo no había parecido que lo
dijera por mí. Era como si realmente le importara.
El
mismo Eneas le observó con curiosidad, puede que en otro momento hubiera
indagado más, pero ahora estaba demasiado alterado para centrarse en ese
detalle. En lugar de eso, agarró a Sara sin ningún tipo de miramiento,
obligándola a ponerse de pie, y pegándola el cuchillo contra su garganta. El
mismo cuchillo que había estado también sobre mi piel hacía solo unos minutos.
Inconscientemente, me llevé la mano a donde me había cortado.
-¿Algunas
últimas palabras?- Inquirió, mirándome sin escrúpulos.- Es más de lo que
mereces, yo no tuve ni siquiera eso para con Axel. Aunque eso a ti no te
importa, ¿verdad? Lo que le pasó te da exactamente igual. Apuesto a que ni
siquiera tienes remordimientos.
-¿Remordimientos?
Fue Axel quien se lo buscó. No fui yo la que pasé media vida usando la magia
sin ton ni son para hacer el mal. Si no hubiera hecho eso, lo que yo hice aquel
día no le habría matado. Si no hubiera retenido a Jake, no habría tenido que
hacer nada. Claro que no tengo remordimientos. De hecho, volvería a hacerlo.-
Repuse en tono firme, sin vacilar.
Eneas
parecía a punto de explotar. Pero pareció pensárselo mejor, porque esbozó una
malévola sonrisa que hizo que me recorriera un escalofrío.
-Como
desees.
Y
hundió el cuchillo contra la piel del cuello de Sara.
-¡¡¡No!!!-
Chillé, volviendo contra la pared invisible, sólo que esta vez Marcos me detuvo
antes de chocar, abrazándome con fuerza.
Sara
se limitó a exhalar, antes de desplomarse de nuevo sobre los brazos de Eneas,
que la depositó en el suelo ebrio de poder y maldad.
Y
esta vez ya no pude contener más las lágrimas. Sin importarme por un segundo lo
que pensara o dejara de pensar Eneas, rompí a llorar contra el hombro de
Marcos, que me consolaba como podía, aunque en el fondo estaba tan destrozado
como yo.
Le
conocía perfectamente, y podía ver en su mirada seria de color azul mar que se
sentía culpable. Que sentía que él debería haberla salvado.
-Marcos,
esto no es culpa tuya.- Le dije entre sollozos, sin despegarme de él.
No
contestó durante unos segundos, pero aún así, seguía resultando reconfortante
estar abrazada a él. Hacía que la muerte de Sara me doliera un poquito menos, a
pesar de todo.
-Tuya
tampoco.- Dijo finalmente.
Tragué
saliva, separándome un poco para mirarle. Y supe que de verdad lo creía. Que
esta vez no me mentía.
Sin
embargo, la voz de Eneas no tardó en sacarme de mis pensamientos.
-Esto
solo es el principio.- Le temblaban las manos de lo alterado que estaba.- ¿Por quién
quieres que siga? Me parece una buena opción un familiar, aún no les hemos
implicado demasiado. ¿Ya va siendo hora, no?
El
terror volvió a hacerse con mi cuerpo. ¿Pensaba seguir ahora? ¿De verdad
pretendía matar a alguien más? ¿No había tenido bastante?
“-Mira de lo que les ha servido.
Ahora acabaré con todos ellos, mientras tú me ves. Y te dejaré a ti para el
final, cuando te hayas vuelto loca por perder a todas las personas a las que
quieres.”
Supongo
que entonces hablaba enserio. Él mismo estaba volviéndose loco.
-Eneas,
por favor.- Imploré, tratando de captar su atención, de que me escuchara de
verdad.- ¿Qué sentido tiene seguir con esto? No te va a devolver a Axel. Yo ya
estoy cansada de estar en guerra.
Su
expresión se tensó un poco más.
-Pero
al menos vengaré su muerte. No intentes que me compadezca de ti, Miriam. No te
mereces el más mínimo ápice de piedad.- Su mirada era fulminante.
Era
demasiado tarde para razonar con él. La soledad le había dejado mal de la
cabeza. Ya no era capaz de sentir, no podía desear otra cosa que la venganza.
Se había obsesionado completamente.
-No
llores, princesa.- Me susurró Marcos al oído, haciendo que me estremeciera. Eso
me trajo el recuerdo de Julia. Aquel día yo tampoco había sabido razonar. Yo
también me negué a escucharle, por sentirme traicionada.
De
repente, un fuerte viento comenzó a soplar en la azotea, interrumpiendo la
disputa y las reflexiones de los tres. Extrañada, miré hacia el cielo, no sé
muy bien por qué.
Y
entonces me quedé boquiabierta.
Una
horda de seres vestidos enteros de blanco impoluto con alas increíbles
descendían hacia nosotros. Parecían un grupo de ángeles vengadores, tan serios
como estaban, con una expresión de gravedad. Había unos 15 ángeles, que fueron
aterrizando en el suelo de la azotea, rodeándonos.
Me
sentía incapaz de reaccionar. La visión era realmente sobrecogedora.
Finalmente, uno de ellos dio un paso al frente.
-Eneas
Hyeraci, queda detenido por uso ilegal de magia negra, por asesinato de una
persona sin motivo alguno, y por peleas injustificadas contra otro igual, este
sea Marcos, y una Samyaza.- Su tono era firme, no admitía réplica alguna. Sin
embargo, Eneas, abrió la boca, totalmente desconcertado.
-Ellos
mataron a Axel.- Explicó, como si eso fuera justificación más que suficiente.
-Eso
no sirve para excusar sus otros pecados, y tampoco el hecho de pelear con
ellos. Hace tiempo que dejamos de hacer las cosas así. Los delitos cometidos
por los ángeles son castigados por el consejo, no por su mano mayor.- Se volvió
hacia un grupo de ángeles.- Lleváosle.
Procedieron
a cogerle, como si fueran robots, sin variar un ápice su expresión, ni siquiera
ante las quejas y resistencia opuesta por Eneas, que no parecía dispuesto a
irse por las buenas.
-¡No
hay pruebas concluyentes, no tenéis derecho a llevarme así! ¡Solo buscaba
justicia!- Gritaba fuera de sí, como si no diera crédito a lo que pasaba.
Supongo que cuando les llamó ni por un segundo pensó que su plan pudiera
volverse contra él.
-Hay
formas y formas.- Replicó el ángel que había hablado antes, que tenía aires de
jefe.- Déjalo estar, por tu propio bien.
Eneas,
fuera de hacerle caso, siguió gritando y protestando, pero ya nadie más
intervino. Observé conmocionada cómo se le llevaban agarrado de pies y manos
hacia la oscuridad del cielo.
Al
final, habían necesitado seis ángeles para llevársele, debido a toda la
resistencia que opuso. Ya solo quedaban nueve, aunque no se habían movido del
círculo que formaron a nuestro alrededor, ahora incompleto.
-¿Van
a matarle?- Pregunté, incapaz de contenerme un solo segundo más, aún siendo
consciente de la mirada de advertencia que me echó Marcos.
Incluso
el ángel jefe, como había decidido llamarle, parecía sorprendido.
-No,
no vamos a matarle. Hay suficientes indicios para apresarle, pero nadie ha sido
testigo de cómo usaba la magia negra. Por supuesto, vuestro testimonio no se
considerará válido, por la estrecha relación de disputa con el acusado.
-Entonces,
¿no le pasará nada?
-El
castigo que se aplica en estos casos, dependerá si cuando le analicen confirman
el reciente uso de magia prohibida. En caso de que así sea, se le quitarán las
alas, aunque seguirá trabajando en el cielo como siervo, con el fin de
asegurarse de que no le dice una palabra a nadie. Es de los peores castigos
para un ángel.- Explicó.
-Es
peor la muerte reservada para los ángeles caídos.
-Miriam.-
Me llamó Marcos incrédulo, advirtiéndome. Me encogí de hombros, sonrojándome.
Puede que estuviese cogiendo demasiadas confianzas.
-También
es peor el delito.
Iba
a protestar, en total desacuerdo con su postura. ¿Merecía eso llamarse delito?
Sin embargo, Marcos me miraba fijamente, y finalmente me quedé callada,
mordiéndome el labio.
-¿Qué
ocurrirá con nosotros?- Inquirió Marcos, con voz educada y correcta.
-Tal
vez debiera castigaros por actuar a espaldas del consejo, y pelear contra
Eneas. Aún así, sé que fue en defensa propia, y creo que ya habéis tenido
suficiente castigo.- Miró a Sara, que seguía junto al poste, tirada con una
extraña postura. Me estremecí.
-Le
agradecemos su benevolencia.- Asintió Marcos, formal.
-Encárguense
de darle una buena despedida a la difunta, lamento enormemente no haber llegado
a tiempo. Pero ahora debemos marchar.- Se dio la vuelta, mientras el resto de
ángeles, echaban a volar todos a la vez, como si se hubieran puesto de acuerdo.
Sin embargo, volvió a girarse antes de irse él también.- Pero deben tener en cuenta
que el ángel caído está en busca y captura. Tiene los días contados. Y tú,
Marcos.- Marcos pareció sobresaltado de que le llamase directamente.- Ándate
con ojo. A Axel le costó mucho mantenerte a salvo. No lo tires todo por la
borda por una tontería.
Y
dicho eso, como si nada, echó a volar hacia donde se habían ido los demás,
hasta que desapareció de nuestra vista.
Entonces,
ya no pude aguantar más.
Corrí
hacia donde se había caído Sara, incapaz de apartar los ojos de su desagradable
herida. Aquello comenzaba a tener muy mala pinta. Y su pecho ya no subía y
bajaba. Ya no respiraba. Y su corazón había dejado de latir.
-Miriam.-
Marcos me llamó, compadeciéndose.
-Déjame.-
Sollocé.
Seguía
con la mirada fija en el corte que tenía en el cuello, cubierto de sangre.
Empecé a sentirme mareada.
-Miriam,
escúchame.- Marcos me cogió de la barbilla, obligándome a mirarle.- Uno, esto
no es culpa tuya. Y dos, no puedes hundirte. Eso era justo lo que Eneas quería.
Después de lo que ha hecho, no puedes darle ese gusto.
-Es
que no lo entiendo. ¿Por qué todo me tiene que salir tan mal? Debo de haber
sido horrible en otra vida, porque esto hace mucho que dejó de tener sentido.
Llevo meses envuelta en todo tipo de líos relacionados con peligros y amenazas.
Y es que ya no puedo más. Sencillamente, estoy cansada de luchar. Y llegando a
este punto, ¿no sería mejor rendirme?
-No
es esa la Miriam que conozco. No es esa la Miriam de la que me enamoré. No
puedes rendirte, eso sería lo fácil, pero no lo mejor. Tienes que levantarte y
seguir luchando, rehacer tu vida. Tienes que recuperarte de esto. Sé que
puedes. Podrías conseguir cualquier cosa que te propusieses.
-No
he podido mantener a todos a salvo.
-Muchos
ni siquiera lo habrían intentado.
-¿Crees
que eso me sirve de consuelo?- Repliqué amargamente.

<<-Recuerda que la vida es
como una montaña rusa. Hay veces que se está arriba y veces que se está abajo.
Y toca vivirlo todo, pero nada es eterno. Ni lo bueno, ni lo malo>>
Y
decidí que lo haría. Me levantaría y seguiría luchando. Es lo que Sara querría,
y al menos así, su muerte no habría sido en vano.
-Gracias.-
Murmuré. Y por primera vez desde que habíamos llegado, me fijé en él.
Seguía
con sus vaqueros y su sudadera viejos. Aunque ahora tenía un aspecto aún más
destrozado. Como si se hubiese acabado con lo único que le quedaba. Y por un
momento, quise decirle que le quería, que volviéramos a intentarlo, porque era
el único del que había estado enamorada.
Aunque
en lugar de eso guardé silencio
-Miriam,
hay algo que quiero decirte antes de irme.- Me alarmé.- Te quiero. Pero aún así
quiero alegrarme de que hayas encontrado a alguien como Sam. Estoy seguro de
que él sí sabrá hacerte feliz. Pero, por favor, no pretendas que haga como si
nada hubiera pasado. Debo irme. Lamento dejarte solo con Sara así, pero no
dudes que los ángeles habrán preparado alguna historia para encubrir la muerte.
Y no puedo soportar estar un segundo más a tu lado fingiendo que solo quiero
ser tu amigo, porque no es así. Esto es un adiós, Miriam.

-Hasta
siempre, Marcos.
Por
un momento dudé qué hacer. Darle dos besos, habría quedado tremendamente falso;
un abrazo, demasiado amistoso; y un beso, totalmente fuera de lugar. Así que
simplemente permanecimos así, callados y pensativos, hasta que se dio la vuelta
hacia el borde de la azotea. Allí extendió sus alas.
-Miriam.-
Me llamó una última vez.- No puedo pedirte que vuelvas a quererme, pero por
favor no te olvides de mí. No quiero que estés todo el día perdida en tus
recuerdos, ni mucho menos, pero por favor, prométeme que no olvidarás esto.
Porque para mí será imposible.- Apretaba la mandíbula, tratando de contener las
lágrimas. No recordaba la última vez que le vi llorar, si es que la había
habido.
-Yo
tampoco te olvidaré nunca. Lo prometo.- Dije, con tono convencido. Estaba
segura de ello.
Y
dicho esto, se dio la vuelta, y voló.
Le
observé desaparecer en la oscuridad, más allá del pueblo, más allá del bosque.
Lejos de mi alcance.
Entonces,
comencé a notar algo extraño en mi bolsillo, que en realidad, llevaba notando
toda la tarde, pero por la gravedad de los acontecimientos, no me había
percatado. Lo saqué.
Era
el colgante que me regaló el anciano en Galicia. Brillaba con fuerza. Pero ya
se estaba apagando.
Y
cuando terminó de apagarse, me di cuenta de dos cosas.
Una,
que en ocasiones lo que dicen los vendedores es verdad. Supongo que tenía razón
cuando dijo que cuando estuviese con esa persona especial, lo notaría
diferente, sabría reconocerlo gracias al colgante.
Y
dos, que había perdido a esa persona especial, puede que para siempre.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)